martes, 9 de octubre de 2007

Por los pisos del macizo.

Esta salida de rodaje era la más larga de las que habíamos planeado en nuestro cronograma de producción e implicaba visitar 5 localidades distintas, en diferentes regiones y pisos térmicos. En pleno verano volvimos a Capellanías, aunque podemos preguntarnos si alguna vez nos hemos ido del todo, y por supuesto, todo estaba ya organizado por Capello. Grabamos a las señoras que todavía sacan sal de un salado o pozo de agua y después Aristides, compositor e integrante del Son de Capellanías, nos interpretó una canción tradicional en homenaje a estas mujeres. De Capellanías viajamos a Sucre, donde Miguel Ruiz, Johnny Ruiz, Karen Dorado, Efrén Gironza y Wilmer Gómez, ya habían adelantado el trabajo de preproducción. En Sucre hicimos varias jornadas de grabación, no solamente en su cabecera municipal sino también en algunas de sus veredas. El proceso organizativo de este corregimiento vuelto municipio era uno de los temas que más nos interesaba explorar. Con todo, no nos quedamos sin visitar nuevamente el “Charco del Burro”, antes de partir hacia Lerma. Allá nos esperaban nuestros compañeros Guillermo Meneses y John Albert López, quienes nos invitaron a una reunión con un grupo de líderes comunitarios del corregimiento para compartir lo que íbamos a hacer y para planear las grabaciones, que desde un comienzo se mostraron extensas. Por eso quedó establecido que tendríamos que volver a Lerma después, pues el tiempo que teníamos en este recorrido no nos iba a alcanzar. De todos modos logramos subir al cerro, acompañados de nuestros compañeros de los talleres y de otros amigos lermeños como Tocayo, Gato, Galíndez y su hijo Diego. La trepada a la cima del cerro nos tomó unas cuatro horas a los más lentos. La parte final de la subida exige escalar por rocas a punta de uñas y esfuerzo. Llegamos en la noche y desde allá nos dedicamos a “linterniar”: alumbrar con linterna hacia Lerma y sus veredas para recibir respuestas de otras linternas desde allá: una costumbre con la que se saluda a los que logran llegar a la cima. Al amanecer grabamos las escenas sobre la historia y las leyendas del cerro. Con el cansancio por la dura jornada (que duró varios días) terminamos de grabar algunas cosas en Lerma y nos dirigimos a Mercaderes, pero tuvimos que quedarnos en Galíndez pues el puente estaba en mantenimiento. Sin duda lo agradecimos: bajamos al río San Jorge a tirar baño y –entrados en gastos- fuimos a dar a un festival que se celebraba en la escuela de Patía, donde nos gozamos al Son del Tuno. En Mercaderes nos esperaban –aparte de Roger Figueroa, nuestro compañero de los talleres de capacitación- el profesor Jaime Solarte y Fabio Velasco, dos amigos de esos que uno querría tener en todas partes. Gran parte de lo que buscábamos en Mercaderes eran los testimonios de la bonanza maicera. Recorrimos también la zona rural del municipio por la vía a San Joaquín, y en la pequeña pero lindísima finca de Guillermo Guerrero nos empachamos de sandía hasta más no poder. Desde tierra caliente, Mercaderes, trepamos al frío de El Rosal, donde celebraban su fiesta patronal en honor a la Virgen del Rosario. Aparte del registro de la fiesta, con una presentación de Los Caucanitos incluida, básicamente recogimos testimonios acerca de la historia del pueblo. También bajamos al Valle de Jambimbal, un lugar que cuando está azotado por el verano obliga a la gente a armarse de paciencia para poder conseguir una poma de agua, y donde a pesar de su precaria situación económica nos brindaron un plato de comida con mucho cariño. El macizo, sin duda alguna, es más que agua, que por demás ya escasea. Es un territorio lleno de contrastes en sus paisajes, sus gentes, sus climas. Está lleno de retos: a su gran riqueza natural –amenazada, es cierto- hay que encontrarle una manera de coexistencia con las necesidades apremiantes de sus habitantes.

No hay comentarios: